psicoanálisis lenguaje y relación

El lenguaje y su relación con las dinámicas familiares

El lenguaje es una herramienta que el ser humano utiliza para expresar pensamientos y sentimientos a otras personas que escuchan y son capaces de entender el mensaje que el primero trasmite. Es, por tanto, una facultad social.

En Chile, existen hoy numerosas escuelas de lenguaje en las que los niños que tienen dificultades en la adquisición de éste son atendidos en base a tal necesidad.

Pero, ¿Qué es lo que realmente permite, para la psicología infantil, que se adquiera y se desarrolle este lenguaje y qué es lo que hace que este proceso se dificulte? Los psicólogos de PsicoPaso respondemos a tus preguntas. 


La existencia y la vida de un niño comienzan en el momento en que su madre recibe noticia del embarazo.

Una vez que ocurre el nacimiento, inmediatamente hay un desprendimiento y una separación física madre-bebé. Sin embargo, ya varios autores nos han expresado sus ideas con respecto a la prematuridad del ser humano y de su total dependencia de la madre una vez el bebé ha salido al exterior.

El niño está en esa etapa de su vida completamente indefenso y necesita a una madre o sustituta que sea capaz de satisfacer todas sus necesidades, físicas y psíquicas.

Esta es una relación simbiótica en la que la mamá es capaz de interpretar sus necesidades y sus angustias. Ella sabe qué le sucede al niño cuando llora, si tiene hambre, si tiene sed, frío o si simplemente necesita amor y contención.

El acto de alimentar al bebé es un acto de unión en el que la unidad de completud, que los dos experimentan a nivel inconsciente, es vivido de manera que, como en el embarazo, uno forma parte del otro.

No existe aún una separación psíquica que identifique el bebé como un ser independiente.

Es esta primera relación del niño con el mundo el que va a marcar el resto de las relaciones que establezca con él.

La actitud de la madre va a determinar la percepción de un mundo hostil lleno de desconfianza y terror, o una percepción del mundo llena de amor y de cariño en el que lo externo es un lugar de seguridad en el que transitar sin temor.

Esta primera relación madre-hijo es de esencial importancia para la organización de la personalidad.

Si retornamos a la idea del lenguaje como noción social, podemos afirmar que éste implica la comunicación como suceso alineado al deseo propio, que no reside en otro.

Es decir, que para que exista un lenguaje tiene que existir un “otro” que entienda al niño como sujeto independiente de él y con deseos propios distintos a los suyos.

¿Cuántas veces nos hemos encontrado casos clínicos en los que la madre y el hijo conversan en un idioma que es únicamente suyo y que, si el niño dice algo, la madre traduce con entera normalidad?

El crecimiento de un niño consiste básicamente en que el proceso de la dependencia a la independencia pueda ocurrir con éxito y, para esto, mucha es la ayuda externa que debe brindársele.

Cuando un niño nace, este concepto de camino a la independencia debe estar inscripto en la madre para que pueda llevarse a cabo.

Ya en los primeros meses de vida, el pequeño va dando señales de su individualidad y de la existencia de deseos propios, y los hechos que implican crecer, ya sea el destete, comenzar a caminar en el que el bebé ya puede desplazarse y existe la posibilidad para él de decidir si quiere moverse hacia allá o hacia acá… Todos estos actos simbólicos del crecer son símbolos de separación con la madre y de este arduo caminar hacia la formación y desarrollo de un ser independiente y libre.

El lenguaje es uno de los más importantes signos de que esta relación simbiótica madre-hijo ha sido interferida por el exterior y la ruptura psíquica entre los dos ha podido realizarse para dar paso a un individuo que está situado en el mundo social.

Sin embargo, para que ésta ruptura se dé, tiene que ser permitida por la madre a través de la presencia de un tercero que irrumpa con esta relación dual y exija un lugar dentro del seno familiar.

Un tercero que posibilite la desviación de la mirada de la madre del niño, y sus intereses y deseos estén también alineados con esta tercera persona, o tercera entidad que conecte al niño, a través de la madre, con un mundo exterior con el cual comunicarse.

Esta función paterna, que Lacan llamó El Nombre del Padre, puede ser llevada a cabo por un padre, por una religión, por el trabajo….

Es muy probable que una ausencia total de padre, o una incapacidad por su parte para ejercer esta función, así como una ausencia de intereses por parte de la madre fuera de lo concerniente al bebé y a la satisfacción de sus necesidades, provoquen dificultades en la adquisición o desarrollo del lenguaje.

Podríamos hablar entonces de un “exceso de madre”, en el que antes de que el niño tenga sed y sienta el deseo y la necesidad de decir “agua” su madre ya tiene el biberón metido en su boca.

Muchas son las maneras en que éste proceso puede llevarse a cabo.

Lo importante en él es la existencia, en la psique de la madre, de éste lugar simbólico que permite la adquisición del lenguaje, ya que el lenguaje es un código simbólico utilizado por la sociedad con el cual todos podemos nombrar algo con una palabra-símbolo común.

Si los significantes que el niño pronuncia solamente son entendidos por la madre, podemos afirmar que este paso, tan importantísimo en el crecimiento psíquico de un niño, de lo simbiótico materno a lo externo sociocultural, no se ha realizado con éxito y la adaptación de este niño al mundo va a ser comprometida y expresada después a través de diferentes síntomas.

Donald Winnicott , en su obra Realidad y juego (1971), expone su teoría referente al espacio y el objeto transicional.

En ella refiere el espacio transicional como un lugar en el que el niño es capaz de conciliar lo externo y lo interno, de manera que la energía psíquica correspondiente a lo interno puede ser descargada en un lugar externo pero que no deja de ser propio.

Ésta es una de las funciones del lenguaje. Sirve, además de para comunicarse, para expresar lo interno al mundo exterior, de manera que la cultura lo acepte o lo rechace.

Una de las mejores maneras que el humano ha encontrado para expresar deseos y sentimientos que directamente serían castigados por la cultura, es la literatura. La cultura (hoy en día) no castiga un poema, una película o un best seller que pueden estar cargados de crueldad, tortura, incesto, asesinato…

Es trasmitido a través de las palabras pero es posicionado en el mundo de la fantasía, el cual no es considerado como real, aunque los sentimientos y deseos allí expuestos sí lo sean y bien conocidos por todos, pero reprimidos, afortunadamente, con la finalidad de una buena convivencia y orden social.

Es este espacio transicional el que posibilita el juego simbólico infantil a raíz de la ausencia materna.

Si esta ausencia no es sentida por el niño como real, no se llevarán a cabo estos mecanismos de defensa contra la angustia, y no podrá obtener recursos que le permitan la elaboración de situaciones traumáticas y angustiantes que puedan surgir posteriormente en su vida.

El juego simbólico aparece antes que el lenguaje formal y es necesario para la aparición de éste.

Psicopaso Psicólogos

En PsicoPaso contamos con años de experiencia ofreciendo terapias de psicología para niños, adolescentes y adultos para ayudar a nuestros pacientes a recuperar su salud mental.

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