Psicoanálisis del Terrorismo Yihadista

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Los acontecimientos que estamos viviendo últimamente en nuestro país y en otros lugares de Europa nos impulsan a pensar qué puede estar sucediendo a nivel psíquico en las personas que hoy ejercen la barbarie, por eso los psicólogos en Oviedo de PsicoPaso han realizado un psicoanálisis del terrorismo yihadista.

Los atentados yihadistas, ocurridos en Barcelona estos últimos días, han suscitado la idea de que la muerte directa, de las personas que atacan con tanta violencia a la sociedad, es el único castigo justo ante el terror causado. Pero, ¿Qué es lo que realmente ocupa las mentes de estas personas? ¿Cuál es el sentimiento o necesidad profunda existencial que les impulsa a cometer crímenes colectivos de tal envergadura?

¿Qué función cumple la religión?

Lo primero sobre lo cual podemos reflexionar es sobre la función que cumple la religión en la psicología humana y cómo pueden repercutir los ideales de una religión u otra en el comportamiento de las personas.

En su famoso escrito «El malestar en la cultura» de 1970, Freud dice literalmente: «Sólo la religión puede responder al interrogante sobre la finalidad de la vida«.

Cierto es que el no conocimiento de un objetivo vital es una angustia existencial. Todos necesitamos saber para qué hemos venido y hacia dónde vamos, y este objetivo es el que nos impulsa a realizar acciones en base al camino de una finalidad personal. Si no, nos sentimos perdidos, nos invade la angustia.

Ya desde pequeños somos influenciados por los adultos a través de preguntas a este respecto («¿qué quieres ser de mayor?) y somos, inconscientemente, impulsados a respondernos interrogantes concernientes a nuestro propio sentido vital.

Siendo tan pequeños, y mientras sigamos los principios regidos por el principio del placer (satisfacción inmediata de las necesidades y deseos) no sabremos responder a tal pregunta. Pero poco a poco iremos madurando, y el principio del placer será sustituído por el principio de realidad. Entonces sabremos que para crearnos satisfacción real necesitamos cumplir ciertos requisitos o pasos a realizar primero.

Pero no todas las personas crecen en una familia estructurada y funcional que base sus ideales o principios en una moral asociada con el amor o el afecto por los demás. Puede ocurrir que aparezcan personas en sus vidas que respondan por ellos a estas preguntas de sentido vital, inculcando valores basados en el odio, la ira, el rencor y la envidia; sentimientos también innatos en el bebé pero desarrollados en mayor o menor medida según las experiencias externas vividas en la primera infancia.

Uno de los objetivos comunes que, en cuestión de sentido vital, todos los seres humanos tenemos en común es la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad? Esta es la respuesta que no podemos definir como común para todos, es decir, cada uno tenemos que encontrar la nuestra; es personal e intransferible. Y aún así, es difícil sentir que podemos alcanzarla. Es, en cierta manera, utópica.

Si pensamos en estos dos planteamientos simultáneamente, podremos afirmar que si no logramos enfocar lo concreto de nuestra felicidad, y basamos el concepto en el simple hecho de evitar el sufrimiento, es muy fácil para las sectas religiosas captar esta necesidad y embaucar a la gente en un objetivo vital que tenga que ver con sus propios intereses.

Esta pérdida de sentido vital de la que hablamos es un miedo existencial, es decir, TODOS LO HEMOS SENTIDO ALGUNA VEZ.

Otro de estos miedos es el MIEDO A LA MUERTE. Es desconocida por todos. Sin embargo, la religión puede dar respuesta a este desconocimiento.

En el cristianismo es fácil. Debes comportarte de tal manera para ir al cielo. Si no lo haces, irás al infierno. Entonces es el miedo, digamos, el medio de manipulación. Pero en el caso del terrorismo, se nos escapa. El miedo a la muerte no existe, está ausente. Es más, pueden llegar a convertirlo en el medio para el otro fin, para alcanzar el objetivo de la felicidad, el objetivo vital, ya sea muriendo o causando muerte.

Es, de esta manera, la muerte convertida en el objetivo vital de las personas, conforme al otro lado encontrarán la inexistencia del sufrimiento. Evitan el sufrimiento provocándolo. ¿Tiene esto sentido alguno? Ciertamente para ellos sí lo tiene, y si lo pensamos con la mente fría, podremos darle una lógica. La esperanza también salió de la caja de Pandora, y no tenemos claro si éste es un sentimiento positivo o negativo. Nos hace construir castillos en el aire y nos alienta ante las dificultades dándonos una posible salida satisfactoria por la que nos esforzamos y hacemos cosas por que suceda. Y ahora me pregunto ¿no es ésta una base de la educación? ¿No es, acaso, el principio de realidad el que hace madurar a las personas y permite saber que hay que trabajar un mes entero para obtener nuestra recompensa? ¿No obtiene, el niño, un premio cuando se porta bien? ¿Una paga los adolescentes? ¿Unas vacaciones? Todas son recompensas que, en nuestra cultura occidental, nos son vendidas como acercamientos a la felicidad.

Pero no todas las culturas son iguales y el desarrollo de las sociedades se efectúa de manera diferente. En nuestra sociedad y cultura disponemos de más recursos para llenar nuestros vacíos, para cubrir la falta. Evidentemente, la felicidad no se obtiene a través de cosas materiales. Pero las personas que han realizado estos terroríficos actos carecen de estímulos externos que desear, por lo que las necesidades profundas del alma están todavía más presentes.

Están menos desviadas hacia necesidades superficiales. Hablamos de personas con carencias afectivas tan profundas que cualquier respuesta a éstas preguntas son un impulso a ejercer cualquier tipo de acción. Acciones incomprensibles para la mayoría de las personas, pero de sobra conocidas por aquellas que planean el horror y la guerra, en las que el instinto agresivo prima sobre el amor.

Además, esta obsesión por la aniquilación y la muerte (morir y matar) tiene mucho que ver con la aniquilación del cuerpo como barrera del alma. 

A través del cuerpo sentimos dolor inevitablemente, y el dolor del alma también es sentido a nivel corporal. Las expresiones «Tengo el corazón roto» o los síntomas físicos provenientes de la ansiedad, por ejemplo, son sentidos en el cuerpo. Es decir, el alma duele en el cuerpo y la eliminación de esta barrera es una fácil excusa para causar la muerte, hasta tal punto que las personas son capaces de quitarse la vida.  Es lo que Freud llamaba y expresaba en sus escritos como «Instinto de Muerte», que utilizó para explicar el suicidio en su escrito «Duelo y melancolía».

eva alvarez psicoanalista
Psicóloga en Gabinete PsicoPaso

Psicóloga colegiada nº O-03034.
• Licenciada en Psicología.
• Máster en Psicoanalítica para Niños y Adolescentes.
• Máster de Orientación Educativa.
• Máster en Psicología General Sanitaria.

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