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Docente: Eva Álvarez Fernández
PSICOTERAPIA INTEGRADORA
Desde PsicoPaso esta formación, organizada en tres cursos diferenciados, propone un aprendizaje progresivo y autónomo, donde cada cual pueda orientar su formación al enfoque terapéutico con el que más se sienta identificado. Combinamos tanto aspectos teóricos como prácticos, mediante el concurso de terapeutas experimentados y de diverso enfoque.
Además, ofrecemos un sistema de prácticas supervisadas, consistentes en casos reales en los que la persona aspirante a psicoterapeuta deberá demostrar sus aptitudes y conocimientos. Finalmente, la formación se completa con un trabajo de revisión personal en forma de psicoterapia individual y grupal, a fin de aumentar el autoconocimiento y el dominio emocional imprescindibles para el ejercicio de toda psicoterapia.
Eva Álvarez Fernández se encargará del módulo dedicado a la psicoterapia psicoanalítica y a la exposición de las teorías psicoanalíticas referentes a los autores postfreudianos.
DIRIGIDO A: La formación está orientada a todas aquellas profesiones en las que las relaciones interpersonales sean fundamentales, desde el amplio colectivo de la intervención social y el ámbito socio-sanitario hasta la docencia. En cualquier caso, será necesario estar en posesión de un título de grado superior en formación profesional o universitario relacionado con las áreas profesionales señaladas.
Ponente: Eva Álvarez Fernández
Esta fue mi ponencia en esta jornada:
En primer lugar, quiero dar las gracias a todas las asociaciones que han permitido que estas jornadas sean organizadas. En segundo lugar, al Foro Psicoanalítico, por permitirme estar hoy en su mesa y, por último, a todos los asistentes que están interesados en escuchar diferentes saberes, todos enriquecedores, de un tema tan importante como son los derechos humanos en salud mental.
He escogido el tema de “La Creatividad en el sujeto infantil”, por situarse ésta en el núcleo de la expresión de la subjetividad del niño, concepto que se pone hoy encima de nuestra mesa “SOS ¿subjetividad en riesgo?”
El 20 de Noviembre de 1959, se aprobó la Declaración de los Derechos del niño de manera unánime por todos los 78 estados miembros de la ONU. En diferentes artículos de tal convención, se plantea en varias ocasiones el derecho al armonioso desarrollo de la personalidad, así como el derecho a la libertad de expresión a través del medio elegido por el niño.
A raíz de esto, podríamos plantearnos la siguiente cuestión: ¿De qué manera, el niño, puede ejercer el derecho al armonioso desarrollo psíquico? Cabe preguntarse, entonces, de qué manera se atraviesa la infancia.
Efectivamente, la vida de un niño no comienza el día del parto, sino que ya existe desde que surge en la madre su deseo de tener un hijo. ¿Qué lugar ocupa el niño en el deseo de la madre? En ese momento, su historia da principio y se inscribe en un lugar, el cual va a ser uno de los lugares más importantes de su vida y su desarrollo. Este lugar, el deseo materno, será colocado en el bebé, y un hilo de fantasías se precipitarán alrededor de este nuevo ser que pronto vendrá al mundo.
A partir de su nacimiento, el niño tiene por delante una ardua tarea, que corresponde a la tarea de crecer. Dicha labor llevará años de trabajo psíquico, donde el primer período es el más importante. Es, de hecho, fundante.
Si tuviéramos que abreviar lo que significa crecimiento, diríamos que es el proceso a través del cual, el sujeto pasa de la dependencia absoluta a la independencia, y en el que los padres, educadores y personas responsables del niño son claves para que pueda ocurrir con éxito el fin planteado.
Hechos específicos como el destete, los primeros pasos, la adquisición del lenguaje… son signos de desarrollo psíquico que, cumpliendo la función de separación simbólica de los padres, van acercando al niño, poco a poco, al mundo exterior. Es en estos momentos cuando el bebé empieza a expresar signos de subjetividad, de deseos propios diferentes a los deseos de los padres. Y con cada paso que el niño da hacia adelante, deja algo atrás. Cada etapa del desarrollo a la que avanza conlleva una pérdida. Por ejemplo, pérdida de comodidades, pérdida de atenciones, etc, pero que son compensadas con los beneficios que supone su progreso. Todas estas pérdidas son vividas por el niño de manera subjetiva. A pesar de haber sujetos que crecen en un mismo seno familiar y en un mismo ambiente, cada uno de ellos va a poseer diferentes rasgos que determinen su forma de elaborar, tanto estas pérdidas de las que hablamos, como de diferentes acontecimientos y circunstancias que van surgiendo y que la realidad impone (la muerte de un familiar, una mudanza, la llegada de un hermano… por poner algunos ejemplos cotidianos).
Como Donald Winnicott nos aclaró en su día, el acto de jugar corresponde al encuentro de un espacio en el que el niño es capaz de poner en el exterior su realidad interna a través de los llamados objetos transicionales, es decir, de los juguetes. Pero esta situación necesita de confianza para poder ser desplegada. Y lo que Winnicott en su día llamó “madre suficientemente buena”, hoy podría ser la madre o el padre, o cualquier persona que se encarga del niño y le otorga sus cuidados y atención. La función de esta persona es, mayormente, proporcionarle al niño descubrir el mundo y desplegar su gesto espontáneo.
Y además de la importancia de la expresión, es igual de importante la aceptación de tales sentimientos por parte de sus seres más queridos. Ellos deben ser capaces de escuchar las preocupaciones del niño atendiendo sus juegos, acogiendo sus dibujos y dando a ellos una respuesta. Si el niño no es capaz de encontrar un lugar para la expresión de su subjetividad, de su individualidad, de sus propios deseos e inquietudes, éstos quedarán reprimidos y destinados a su posterior aparición a través de expresiones más nocivas, como un síntoma, por ejemplo.
Me planteo ahora otra pregunta: ¿de qué manera los niños de hoy tienen un espacio para el juego libre y el disfrute? La tendencia actual a la estandarización de las actividades provoca en los niños un embotamiento de las emociones y una incapacidad para la descarga de la pulsión o energía psíquica, la cual, como toda energía, ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Pero ¿en qué se transforma? En el caso de no poder transformarla en creación propia, se transforma en síntoma. ¿Síntoma de hiperactividad? ¿De agresión hacia otros niños? ¿psicosis? Puede encontrar diversas formas, que podemos llamar de una manera u de otra según sus manifestaciones, las cuales corresponden a un intento de subjetivación y de expresión. Sin embargo, esto no permite ejercer el derecho de expresión con libertad, ya que el síntoma oprime al niño y le provoca sufrimiento.
En las sesiones con el psicoanalista, el niño suele desplegar su historia a través de los objetos transicionales y comunicar su sufrimiento, de manera que el terapeuta puede hacerse cargo de él e iniciar un proceso psicoterapéutico. La ausencia de juego en sesión es considerada de gravedad, y el primer objetivo consiste en generar en el niño esta capacidad.
Expondré el fragmento de un caso:
«Una niña», de 5 años, es traída a consulta a causa de sus rabietas diarias y reiteradas, el comportamiento abusivo con sus compañeros y su negativa a comer nada que no sea pan. Se realiza la primera sesión con la madre, en la que me explica su situación de divorcio con el padre de Noelia cuando la niña tiene un año. El divorcio es conflictivo y se celebran varios juicios. Noelia es sometida a varias pruebas psicológicas que dictaminen la custodia. Finalmente, la custodia la obtiene la madre y le niega a la niña la relación con su padre. Su madre rehace su vida y se empareja con otro hombre, al cual Noelia llama papá. La madre refiere que Noelia no sabe nada.
En la primera sesión con la niña, comienza a jugar con animales de granja. Hace un cercado y separa, por un lado, un caballo con su cría y por otro, un caballo adulto solo. “¡Anda! ¡Fíjate! ¡está por un lado el caballo con su bebé y por otro un caballo solo! Están en el mismo lugar pero separados.” Le digo. Noelia responde “Es el cuartel”. En ese momento, Noelia coge el caballo que está sólo y lo mete debajo de una manta, quedando a la vista los otros dos caballos. ¿Y qué le pasó al caballo? Le pregunto. Noelia responde “que se escondió”.
El caballo se escondió al igual que se escondió su padre y la verdad sobre la propia historia de la niña. La negativa a alimentarse, así como sus rabietas constantes, eran expresión del enfado con su madre, y la reivindicación de su derecho a saber la verdad de su propia historia, la cual ella misma había vivido y quedó reprimida en su inconsciente. Después de cinco sesiones, las rabietas habían disminuido de cuatro o cinco al día a una semanal. La simple expresión de aquello tan importante, como fue la desaparición de su vida de su padre, fue expresado a través del juego como forma alternativa a la del síntoma. Así se pudo iniciar la labor psicoterapéutica que partió del trabajo con la madre para que pudiera contarle la verdad, en paralelo con las sesiones con la niña, para la elaboración de la pérdida y la aceptación de la situación actual.
La adolescencia también es un momento crítico en la historia de cada uno.
El adolescente se encuentra en un momento de autodefinición del self y de separación de la identidad otorgada por los padres. Los adolescentes “se crean a sí mismos” a partir del duelo por la infancia y por el Ideal del Yo frustrado, el cual tienen que volver a construir. Un adolescente, excesivamente alienado al deseo de los padres, puede alcanzar dos destinos: o su carrera fracasa, o se ve comprometida su salud mental, derivada del conflicto entre los deseos propios y los del Otro.
Este es el caso de «una adolescente», de 15 años. Llega a consulta con dos ingresos en psiquiatría debido a dos intentos de suicidio, rechazo a todo tipo de comidas y delirios de persecución. En la entrevista con la madre, ésta dice: siempre fue una niña muy buena. Nunca dio problemas para nada. Siempre hizo lo que se le dijo, y ella nunca quería ir a casa de nadie, siempre quería quedarse en casa. Después de muchas sesiones con la adolescente, se puede establecer la transferencia. En una sesión dibuja esto.
Es un cuerpo que está envuelto en una cuerda. No tiene ni pies ni cabeza. Ni pies que le permitan avanzar, ni cabeza que le permita pensar. Si siempre hizo lo que se le dijo, ¿para qué la necesita? Pero ahora, a los 15 años, exige a través de sus diferentes y graves síntomas un espacio para su subjetividad, fuera de los deseos de la madre. Es un cuerpo atado pidiendo libertad. Sólo a raíz de esta separación, puede darse el descubrimiento de su cuerpo, de su sexualidad e identidad y de nuevas relaciones objetales, entre otras vicisitudes de la etapa adolescente.
Es necesario mencionar que igual de importante para los niños es la existencia de un espacio de realidad impuesta. Este espacio será proporcionado a través de la educación coherente, en la que los padres, educadores y miembros de la comunidad les transmitan a los niños normas sociales necesarias para la convivencia. Es decir, la vida de los niños no debe ceñirse al desarrollo de la imaginación. Ésta debe cumplir la función de recurso para la resolución de conflictos entre la realidad y los deseos, los cuales no deben ser siempre satisfechos, sino que deben limitarse para permitir al niño evolucionar, dejando atrás la etapa narcisista y encaminando la pulsión (o energía psíquica) hacia el conocimiento del mundo y el aprendizaje. También es importante, por tanto, una “madre suficientemente buena” para poner límites, los cuales deben estar inscriptos en sí misma para ser trasmitidos al bebé, limitando su propio goce y permitiendo la separación.
Es entonces, la salud mental, un equilibrio entre el deseo subjetivo y la exigencia de la realidad, pudiendo adaptarse de manera sana y libre de síntomas. Por tanto, la creatividad, como expresión subjetiva, debe ser un constructo que nos acompañe durante nuestra vida.
En palabras de Winnicot, “La creatividad es el hacer que surge del ser”.
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